La aportación que el sector primario tiene a la economía del continente es muy pequeña con respecto al industrial y al sector servicios. No obstante, la agricultura europea es altamente competitiva, y cuenta con elevados rendimientos gracias a la alta mecanización y la adecuada racionalización de los cultivos. La agricultura europea es de tipo mixto, donde una región tiene varios cultivos y cabañas ganaderas. Tan sólo en la parte oriental del continente se da el monocultivo de cereales, en las zonas de Ucrania y Rusia. En la Europa mediterránea dominan los cultivos de vid, frutales, olivos, cereales y hortalizas. Por su parte, la ganadería también tiene una gran importancia en Europa occidental donde hay una gran producción de leche y carne.
En cuanto a los bosques, son los países del norte europeo los que tienen un alto desarrollo en la industria maderera, ya que es allí donde la producción de celulosa y pulpa es mayor, debido a la abundante masa forestal que allí se encuentra. La pesca también es una actividad fundamental en los países nórdicos, y en especial en Islandia y Noruega, que son junto al Reino Unido, Rusia, Polonia y España las principales potencias pesqueras.
La industria ha contribuido decisivamente en el desarrollo económico europeo, y actualmente da empleo a más de 30% de su población activa. Aunque la industria del continente es muy variada y se encuentra muy dispersa, se pueden distinguir cuatro grandes áreas industriales, que son: mineras, portuarias, urbanas e industrias de tecnología avanzada.
Industrias mineras: están vinculadas a los yacimientos de hulla septentrionales, en Sajonia, Sarre, Silesia y Ruhr.
Industrias portuarias: estas industrias están situadas en los grandes puertos de la Europa Occidental, como Rotterdam, Amberes, Londres, Hamburgo o Marsella.
Industrias urbanas: surgidas al amparo de la demanda de las grandes ciudades, y con tipos de industrias muy variadas, dependiendo de las necesidades de la población que las ocupa.
Industrias de tecnología avanzada: se encuentran muy dispersas, ya que surgen como alternativas a los grandes centros industriales tradicionales.
La distribución de la industria de la Unión Europea se sitúa en torno a dos ejes fundamentales. Los focos industriales se concentra en varios países de la Europa Occidental, especialmente en ciertas zonas que conforman un eje noroeste-sureste. Este eje va desde el Reino Unido hasta el norte de Italia, pasando por Francia, Bélgica, Holanda y Alemania. Además, también cabe destacar el eje que, desde el sur de Suecia, pasa por Dinamarca hasta el Canal de la Mancha.
La Unión Europea posee una potente y variada industria. Cuenta con una industria pesada y de bienes de equipo muy diversificada, y lo mismo puede decirse de su industria de consumo, que abastece a un gran mercado de más de cuatrocientos millones de consumidores. Entre las principales industrias destacan, atendiendo al valor de su producción, la de alimentación, química, automovilística, ingeniería eléctrica y la metalúrgica.
La distribución de la industria en Europa es desigual. Las mayores concentraciones industriales se encuentran en torno al Canal de la Mancha, comprendiendo a Inglaterra, el norte de Francia, oeste de Alemania, Bélgica, Holanda, Suiza y norte de Italia. Frente a este centro industrial en Europa existen otras regiones donde la industria se limita a enclaves aislados, como en el caso de Portugal, la mitad sur de España e Italia, Irlanda y, en especial, los países de la Europa Oriental, que son los menos industrializados del continente.
El sector industrial viene perdiendo peso y empleo en el conjunto de la economía europea. Concretamente, en la última década se han perdido aproximadamente cinco millones de empleos en este sector. La tecnificación en la maquinaria ha aumentado la productividad y, además de reducir en gran medida el número de empleos, ha llevado a numerosas empresas industriales a confiar muchas de sus actividades a servicios externos.
Las antiguas regiones industriales, con una base económica envejecida, y especializadas en el carbón, la siderurgia, la industria textil y la construcción naval, están sufriendo un proceso de declive por la crisis de estos sectores y la reconversión a la cual se han visto forzadas. Este es el caso de regiones como Gales, Yorkshire, Sarre, Lorena, Valonia, las zonas industriales de la Alemania oriental, el País Vasco o Asturias.
La globalización de la economía ha llevado a la fusión de empresas para controlar los mercados, como ha ocurrido en la fabricación de automóviles, las comunicaciones, el refinado de petróleo, la electrónica o la química. También está provocando la deslocalización de algunas empresas, que se trasladan a países con menor coste salarial, como ha ocurrido con empresas de industria pesada, naval, y textil en busca de condiciones económicas más favorables. Asimismo, para mantener el desarrollo tecnológico de la industria y su competitividad frente a otras potencias como Estados Unidos o Japón, se hacen necesarias importantes inversiones en nuevas tecnologías.
Frente al estancamiento de los núcleos tradicionales, están surgiendo nuevos espacios industriales, como el denominado “arco latino”, situado en el litoral mediterráneo. Es el llamado “cinturón del sol” constituido por la fachada mediterránea española, el sur de Francia y parte de Italia. Este espacio está atrayendo industrias nuevas, pequeñas y medianas empresas de alta tecnología especializadas en productos de calidad, así como actividades de ocio y turismo. Los nuevos socios que se incorporen a la UE en un futuro, podrían ser también un escenario de alto crecimiento industrial.
El sector terciario está integrado por el conjunto de actividades cuyo fin es proporcionar servicios a la sociedad. Es, por tanto, un sector muy heterogéneo, ya que incluye aquellas actividades que no son primarias ni secundarias. Su crecimiento a partir de la década de los sesenta ha dado lugar a la “tercerización” de la economía europea.
Las causas históricas del crecimiento de este sector en Europa han sido el aumento del nivel de vida (renta familiar y poder adquisitivo) que posibilita un mayor consumo de servicios y exige que sean cada vez más numerosos y especializados. La industria ha favorecido el proceso de tercerización, pues el desarrollo industrial impulsó el crecimiento de servicios, como los transportes y las finanzas; la crisis del petróleo de 1973 convirtió al sector terciario en refugio de muchos parados procedentes de la actividad industrial.
Por otro lado, el auge del turismo colaboró al crecimiento de los servicios como la hostelería, el comercio, transportes, los bancos y todos aquellos relacionados con el ocio. En el ámbito de los servicios públicos como la creación de una mayor administración y la implantación de los estados del bienestar, ha estimulado el crecimiento de servicios como la sanidad y la educación.
En la actualidad la tercerización de la economía europea se aprecia en hechos como la aportación de los servicios al PIB -66,3% en 2007- y la población activa censada en este sector. Asimismo, esta tercerización es el proceso por el cual el sector terciario de la economía (transportes, comunicaciones, turismo, comercio, actividades bancarias, financieras, etc.) va ganando peso respecto a los otros sectores hasta convertirse en el sector principal, tanto en la población activa que emplea, como en la aportación al Producto Interior Bruto.
En la siguiente imagen de satélite se muestra la contaminación lumínica del continente europeo. Esta imagen resumen muy bien dónde está concentrada la mayor parte de la población y como consecuencia las mayores actividades económicas. Siendo el sur de Inglaterra, Países Bajos, Francia, Alemania hasta el norte de Italia, lo que viene a denominarse como la banana europea. Otras zonas son la costa mediterránea desde España hasta Italia y la parte Atlántica portuguesa desde Lisboa hasta Oporto.
Los problemas que surgen de la alta concentración de la población y las actividades económicas son problemas de contaminación de aguas, del aire, suelo, acústico o lumínicos.
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